viernes, 13 de septiembre de 2013

Oración

Jesucristo, el único ejemplo de la oración.
                                                                 



Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo. Señor,  enséñanos a orar….     Lucas 11:1

                                                                    
Si lo que Jesús dijo acerca de la oración fue asombroso, lo que hizo, fue aún más asombroso. A tal grado de hacer que sus apóstoles desearan aprender a orar como Él.  Seguramente los apóstoles habían entendido que tenía una conexión entre el poderoso ministerio público de Jesús, y su vida secreta de oración. Jesucristo ha sido y será por siempre el maestro por excelencia en la vida de la oración. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Mateo 7:7   Esta es la segunda vez que Jesús habla de la oración y nos asegura que la oración no sólo será escuchada, sino que también contestada. Porque esta es la ley del Reino el que pide recibe, el que busca halla, y al que toca se le abre, pues Él tiene más que darnos que nosotros que pedirle.      

La oración es intercesión.
Entre más crecemos en la fe y en la vida cristiana, y en el poderoso ministerio de la intercesión, de la cual hemos sido hechos participantes, por el sacerdocio de Cristo, la intercesión se vuelve más preciosa y quisiéramos decir como dijeron los apóstoles: enséñanos a orar.  Hermanos vallamos al Maestro, vallamos a pedirle que nos inscriba en la escuela de la oración, la cual esta abierta para todos los que anhelan participar del arte divino de la intercesión. El Señor se deleita en encontrar a aquellos que desean venir ante Su presencia, revistiéndolos  de poder para que por su ministerio se derramen las bendiciones sobre los que están a su alrededor. El Señor teniendo tanto poder, y tantas riquezas, se deleita cuando sus hijos le piden cosas grandes, y se las concede, como se las concedió a Jabes.  El Señor nos invita a entrar a nuestra cámara secreta para estar a solas con Él, en la intimidad de la cámara y con la puerta cerrada, con entera separación de todo lo que nos rodea y detrás del velo entramos en contacto con El que nos llena de poder. La oración en secreto nunca es en vano y los frutos serán evidentes en nuestras vidas Él nos recompensa abiertamente. Así el estar a solas con Él se convierte en el gozo más grande que pueda existir.   Aquí encontramos un modelo y una inspiración fresca de cómo ir con toda confianza a nuestro Padre que está en el cielo.  En esta invocación está la revelación más grande que Cristo nos puede dar del Padre y de la relación de Padre a hijo que existe entre nosotros. Ningún santo del Antiguo testamento se había atrevido a venir ante Dios con tanta confianza, llamando a Dios Padre. Así la oración comienza con una relación personal e íntima con el Dios vivo.