miércoles, 10 de agosto de 2011

Purifiquémonos.

Lea en primera de Juan 2:28 y 3:3

Además de velar, el creyente ha sido llamado a vivir en pureza. Juan escribió su primera epístola para combatir falsas enseñanzas que surguieron en algunas de las iglesias. Parte de esta enseñanza era con respecto al pecado y su práctica.  Aparentemente, habia en la comunidad algunos que decían que el pecado no debía considerarse como un problema para los creyentes ya que éste no los afectaba.
Pero Juan explicó claramente que tal razonamiento estaba equibocado. Por el contrario, todos son culpables de pecado y sólo atravéz de Jesucristo, nuestro abogado, somos capaces de mantenernos delante de Dios.
Relacionado a este pasaje está el regreso del Señor. El pasaje que leímos para hoy, 1 Juan 2:28 y 3:3,
hace esta conexión muy clara. Juan urge a los creyentes a permanecer en Jesús continuamente para no avergonzarnos cuando El aparezca. La implicación del versículo 28 es que cuando aparezca el Señor,
pronto le seguirá el juicio. Aquellos que no son "de sus ramas" serán cortados. A los cristianos se les da esta advertencia. La forma de evitar esa verguenza es ser como Jesús. El versículo 29 nos dice que El es justo. Aquellos que habiten en El, quienes obtienen sus fuerzas del Señor, reflejarán actitudes como las de Jesús en sus acciones. Quienes han nacido de Dios manifestarán ese nacimiento en una vida de justicia. Todo esto es posible porque Dios nos ha prodigado su amor.
El otro aspecto de asemejarse a Jesús es que el mundo no conoce o no reconoce al cristiano poque tampoco reconoce a Jesús. Pero nosotros podemos confiar en que aun en la persecución somos semejantes a El. Pero la semejanza entre el Señor y el dicípulo no termina allí. Aun cuando Juan no tenía conocimiento de las condiciones o el estado de la resurección, él asegura que nosotros seremos como Jesús. En otras palabras, la similitud se extenderá a la vida resucitada misma. Todos los hijos de Dios serán como el Hijo de Dios. Por implicación, Juan urge a los cristianos hacerse un examen concienzudo (versículo 3). Este examen debe continuarse hasta el mismo momento en que venga el Señor. Quien quiera que guarde la esperanza del retorno de Cristo debe purificarse a sí mismo.
Cuando Juan aboga por la pureza, lo hace llamando a vidas libres de pecado y de ligaduras con satanás. Queda claro, según este pasaje, que Juan vio la segunda venida como una motivación para vivir en pureza. Ya que Jesús mismo es la medida de pureza, el cristiano no puede hacer otra cosa sino sentirse impresionado por la seriedad de este mandato.
Si consideramos el regreso de nuestro Señor y somos conscientes de su santidad y pureza, no necesitamos que nadie más nos hable de nuestro pecado. Eso se nos hace muy obvio. También somos confrontados con la naturaleza misma de nuestro objetivo. No hay opciones. El pueblo de Dios debe ser puro. En tales momentos de reflexión nos confrontamos con la total desesperanza de nuestra condición, aparte de su extraordinario amor. Pero Jesús nos puede limpiar de toda injusticia.
Si hemos de esperar su aparición, purifiquémonos a nosotros mismos así como El es puro.